SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

        
De ahí la decepción para un marxista, de la socialdemocracia.-

 

En ese escenario, poblado de instituciones criadas y alimentadas en la horma del capital, es donde se ofrece a los obreros ventilar su suerte.

Es el terreno elegido por el capital, sabedor de la trampa que significa llevar la lucha al campo en que nunca puede perder, y en el que los obreros nunca pueden ganar.

Sería como pretender modificar el aspecto de nuestra cara, cambiando la imagen que nos devuelve el espejo. Es al revés, cambiando nuestro aspecto real, cambiará la imagen del espejo.

El marco de instituciones que nos rodea en la vida social, son la imagen del espejo de la otra realidad escondida: el orden de la producción, la organización del trabajo ajeno, la relación entre ganancia y salario, la relación entre el mando y la obediencia, entre la iniciativa y la ejecución, entre el emprendedor y el subordinado.

Cambiando las instituciones, no se cambia la producción; no se cambian todas esas relaciones. Es al revés.

De ahí nace la decepción de la socialdemocracia.

La decepción de quien creyó, o aún cree, que la socialdemocracia nos acercará al socialismo, al final de la relación empresario-obrero.

Los dirigentes europeos de la socialdemocracia, lo tienen muy claro, y así lo manifiestan. No quieren un orden del trabajo distinto del capitalista. Solo pretenden, dentro del orden del capital, mejorar la situación de los obreros. Así lo ha dicho siempre Felipe González, Alfonso Guerra, y sus compañeros europeos.

De ahí nace, también, la decepción del comunismo ruso. Cambiando las instituciones creyeron que cambiaban también el orden de sumisión del obrero en el trabajo. Y sin embargo, su trabajo siguió siendo un trabajo sometido.

Las elecciones en nuestro país y todo su entorno, se limitan a una competición entre varios equipos (partidos políticos) que se disputan la dirección del Parlamento, y con ella, la del Gobierno y las Administraciones.

Los obreros, o buen número de ellos, no son indiferentes a esta disputa, y se alinean con uno de los bandos, o se reparten sus preferencias entre varios partidos. La intención, en todo caso, no es la de apoyar un cambio en la ordenación del trabajo, sino simplemente pensar que el que se vota mejorará en algo las condiciones de trabajo y de la vida.

Los obreros norteamericanos tienen muy claro que las instituciones son del capital. Jamás han pensado que la Opera, los Museos, las Universidades, tengan que ver mucho con los obreros, ellos se limitan a ganar un buen salario, y el capital que se encargue de la dirección de la producción y de las instituciones. Para esos fines ya se monta el capital sus propios partidos políticos, los obreros no los necesitan.

En Europa, sin embargo, sigue manteniéndose un cierto eco, una cierta resistencia a desaparecer de esa idea: a través de las elecciones, nos haremos con la dirección de las instituciones, y desde ellas cambiaremos la sociedad.

Esta idea, en bruto, sin elaborar mucho, aparece en nuestro país, en casi todas las instituciones de los trabajadores.

La prueba de que no está muy elaborada, es que la conclusión es que se cambiará, para mejorar, “la sociedad”.

¿Qué es mejorar una sociedad de producción capitalista, como la nuestra?

En cuatro palabras. Se trata de mejorar la productividad del trabajo, a través de la modernización de las infraestructuras (autopistas, ferrocarril, producción y transporte de energía-petróleo, electricidad-, comunicaciones –telefonía-, aeropuertos) mejora del funcionamiento de las Administraciones, de la enseñanza. Con ello, crece la ganancia de los empresarios y el salario de los obreros.

Esa es la idea.

Los obreros americanos, seguramente, lo tienen más claro, más elaborado, que nosotros los europeos. Ellos eligen al equipo de los capitalistas que creen que harán mejor lo que acabamos de decir (mejora de las infraestructuras, etc.), mientras que en Europa, aún se mantiene la idea de que un equipo, un partido, apoyado por los obreros y, se supone, que formado por individuos inclinados a defender los intereses de los obreros, llevará mejor esta tarea de mejora de “la sociedad”.

La práctica no acaba de inclinarse por la vía americana o la vía europea. Los obreros ingleses, franceses, alemanes, italianos, españoles, no paran de darnos datos alternativos. Votando con frecuencia a los equipos más rancios del más rancio capitalismo.

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